En el año 1482, los Reyes Católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, emprendieron una campaña militar para conquistar el Reino de Granada, el último reducto musulmán en la península ibérica. Esta guerra, conocida como la Guerra de Granada, se prolongó durante varios años y finalmente culminó en la toma de la ciudad de Granada en 1492.
La conquista de Granada marcó el fin de la presencia musulmana en la península ibérica y supuso un importante punto de inflexión en la historia de España. Los Reyes Católicos consolidaron su poder en la región y se convirtieron en los monarcas más poderosos de Europa.
Tras la conquista de Granada, los Reyes Católicos pusieron en marcha la Inquisición en España, con el objetivo de garantizar la ortodoxia religiosa y eliminar cualquier atisbo de herejía. Durante su reinado, miles de personas fueron juzgadas y condenadas por la Inquisición, lo que generó un clima de miedo y represión en el país.
Además, en 1492, los Reyes Católicos firmaron el edicto de expulsión de los judíos, obligando a todos los judíos a abandonar el reino de España en un plazo de tres meses. Esta medida draconiana provocó la partida de miles de judíos, que se vieron obligados a dejar atrás sus hogares y sus bienes.
En el mismo año en que se conquistó Granada, los Reyes Católicos recibieron a Cristóbal Colón en la ciudad de Córdoba, donde el navegante genovés presentó su proyecto de llegar a las Indias navegando hacia el oeste. Tras varias negociaciones, los monarcas accedieron a financiar la expedición de Colón, que partió finalmente en agosto de 1492 y llegaría a América en octubre del mismo año.
El descubrimiento de América marcó el inicio de la expansión española por el nuevo continente y consolidó el poder de los Reyes Católicos como una potencia mundial. Andalucía se convirtió en un importante centro de actividad marítima y comercial, gracias a su estratégica ubicación en el sur de España.
En 1479, los Reyes Católicos habían firmado el Tratado de Alcáçovas, mediante el cual se establecía la división de las posesiones de Portugal y España en el Atlántico. Sin embargo, la falta de un heredero directo en la familia de los Reyes Católicos provocó una crisis sucesoria tras la muerte de Isabel en 1504.
La guerra de sucesión entre los partidarios de la hija de Isabel, Juana la Loca, y su hijo, Carlos I de España, se prolongó durante varios años y finalmente culminó en la victoria de Carlos y la unificación de la Corona de Aragón y la Corona de Castilla. Este hecho marcó el inicio de la Edad Moderna en España y consolidó la hegemonía de la monarquía católica en la península ibérica.
En conclusión, la presencia de los Reyes Católicos en Andalucía fue determinante en la historia de la región y de España en su conjunto. Su legado perdura hasta nuestros días y su influencia se puede apreciar en la arquitectura, la cultura y la sociedad andaluza. Sin duda, Isabel y Fernando marcaron un antes y un después en la historia de España y dejaron un legado que perdura hasta nuestros días.