ALMERÍA, 7 de diciembre.

En una importante decisión que destaca la gravísima problemática de la violencia de género, el Tribunal Supremo ha ratificado una condena que suma once años y nueve meses de prisión para un individuo que acosó sistemáticamente a su expareja. Este calvario se prolongó durante cinco meses, periodo en el que la mujer se vio obligada a refugiarse en Palencia con el fin de escapar de su agresor. Una vez que la víctima regresó a su hogar en Almería, se produjo una agresión sexual que dejó a la mujer profundamente traumatizada.

El Alto Tribunal ha desestimado el recurso de casación presentado por la defensa del acusado y ha confirmado que la pena se desglosa en nueve años y seis meses de prisión por el delito de agresión sexual, además de un año y tres meses por acoso y otro año adicional por amenazas. A esta pena principal se suman consecuencias accesorias que subrayan la gravedad de las acciones del condenado.

La resolución, que ha sido publicada y consultada por Europa Press, se basa en la credibilidad del testimonio de la víctima, quien presentó una narrativa clara y persuasiva sobre el entorno de terror que vivió. Su relato sobre la agresión sexual detalla cómo el miedo a un daño físico, resultado de meses de amenazas previas, la llevó a no resistir durante el ataque, una situación que resalta la dimensión psicológica del abuso.

Según el tribunal, tras tres meses de relación, el acusado rechazó terminar la relación, lo que llevó a la mujer a trasladarse en octubre de 2020 a Palencia para alejarse de él. A pesar de su decisión, el hombre la acosó de manera persistente, llamándola y enviándole mensajes en los que proclamaba su amor, pero que también contenían amenazas desesperadas y aterradoras. Se supo que llegó a amenazarla con viajar a Palencia armado y con intenciones de hacerle daño.

A pesar de que la mujer intentó bloquear toda comunicación con él, el acosador encontró formas de contactarla, incluso amenazándola con divulgar imágenes íntimas entre sus seres queridos si no respondía. Este constante bombardeo de miedo y acoso psicológico fue fundamental para establecer el patrón de conductas abusivas que definieron su relación.

Un momento clave en el caso ocurrió cuando el acusado se presentó en casa de la víctima bajo la falsa excusa de querer hablar. Al abrirle la puerta, la mujer se vio sorprendida por la agresividad del sujeto. Este no solo entró en su hogar de manera violenta, sino que también la amenazó al insinuar que buscaría arruinar su vida si encontraba a algún hombre en su casa.

En medio de esta situación crítica, la mujer logró enviar un mensaje a una amiga, rogándole que alertara a la policía si no volvía a comunicarse. La amiga, quien testificó en el juicio, confirmó que recibió un mensaje que describía la entrada forzada del acusado en el domicilio, lo que llevó a que finalmente se contactara a las autoridades.

La violencia continuó, ya que el hombre forzó a la mujer a mantener relaciones sexuales a pesar de su rotunda negativa y su evidente angustia. La víctima, atrapada en un estado de pavor, no pudo resistirse ante la intimidación, lo que revela la naturaleza coercitiva del acto.

Los agentes de la Policía Nacional que respondieron a la llamada de auxilio tras la agresión encontraron al acusado oculto debajo de una cama. Los testimonios de los oficiales indican que la joven estaba visiblemente alterada y en un estado de evidente pánico tras haber vivido un episodio tan desgarrador.

El 016 sigue siendo una luz de esperanza para muchas mujeres en situaciones de violencia de género. Este número proporciona asistencia constante a las víctimas y su entorno, garantizando un espacio seguro para buscar ayuda. Es crucial recordar que estas líneas funcionan las 24 horas, y que también ofrecen opciones de contacto digital, una herramienta vital en un momento donde cualquiera de nosotras podría necesitar apoyo urgente.