ALMERÍA, 13 de diciembre.
El Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) ha emitido una sentencia condenatoria de diez años de prisión contra un individuo acusado de abusar sexualmente de la hija de su pareja, una menor de edad que residía en su hogar en Almería. Este fallo resalta la gravedad de los delitos de abuso y la necesidad de proteger a las víctimas de situaciones de explotación.
La sentencia ratifica un juicio previo llevado a cabo por la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Almería. Además de la pena privativa de libertad, el tribunal ha estipulado que el condenado deberá indemnizar a la joven afectada con 20.000 euros y estará sujeto a medidas de libertad vigilada durante la próxima década. Durante este tiempo, se le prohíbe cualquier comunicación o acercamiento a menos de 500 metros de la víctima.
Los hechos, que datan de entre agosto y septiembre de 2016, fueron comprobados a partir de las declaraciones y las evidencias presentadas. El acusado, que tenía 24 años en el momento de los abusos, vivía con su pareja en la misma vivienda que la hija de esta, quien contaba con solo 14 años de edad durante ese periodo.
A través de la investigación, se determinó que el acusado mantuvo al menos dos encuentros sexuales con la menor. Esta situación desencadenó en la joven una serie de problemas que la llevaron a recibir tratamiento psicológico debido a las secuelas de los abusos, reflejando así la devastadora influencia que tales experiencias pueden tener en la salud mental de una persona tan joven.
El tribunal ha subrayado la importancia del testimonio de la víctima, quien brindó una declaración "clara y contundente" sin contradicciones significativas. En su relato, reconoció que las relaciones sexuales se llevaron a cabo con su "consentimiento" desde la edad de 12 años, aunque no lo comunicó antes porque sentía afecto por el acusado.
Curiosamente, la víctima también admitió que, a pesar de los abusos sufridos, continuó manteniendo contacto con el acusado después de ser trasladada al pueblo de sus abuelos por su madre, quien corroboró la versión de los hechos presentada por su hija. Esta madre, al descubrir las pruebas en el teléfono móvil de su hija, incluyendo imágenes comprometedoras en las que el acusado se identificó, tomó la decisión de informar a la policía.
El tribunal ha evaluado que no existían motivos espurios ni rencores por parte de la menor hacia el acusado, considerando incluso que ambos tenían planes de convivencia cuando ella alcanzara los 16 años. Este aspecto resalta la complejidad de las dinámicas entre las víctimas y sus agresores, donde el afecto puede ser manipulado para justificar situaciones de abuso.
Finalmente, la declaración de la joven fue respaldada por otras evidencias, incluyendo el testimonio de su madre y un informe psicológico presentado por expertos, quienes evaluaron el estado emocional y psicológico de la víctima. Este caso pone de manifiesto no solo la importancia de escuchar a las víctimas, sino también la responsabilidad de la sociedad en la protección de los más vulnerables ante situaciones de abuso.
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