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Sentencian a cinco años de prisión en Sevilla por abusar de una menor que lo consideraba "su mejor amigo" mientras ella estaba ebria.

Sentencian a cinco años de prisión en Sevilla por abusar de una menor que lo consideraba

La Audiencia Provincial de Sevilla ha emitido una sentencia condenatoria que refleja un grave caso de abuso sexual contra una menor, recordando la importancia de proteger a las víctimas y condenar sin ambages a los agresores. Se ha impuesto al joven involucrado una pena de cuatro años y diez meses de prisión, así como cinco años de libertad vigilada tras cumplir su condena, prohibiéndole además acercarse a la víctima durante ocho años y obligándole a indemnizarla con 6.000 euros.

El 20 de noviembre, la Sección Cuarta del tribunal hizo pública su resolución, tras investigar los hechos ocurridos el 9 de mayo de 2021, cuando la víctima, una adolescente de 17 años, decidió celebrar su ingreso al Bachillerato en su hogar, invitando a su "mejor amigo", Steven Z.A., un joven argentino de 20 años, así como a otro amigo cercano. La desafortunada elección de bebida en esa celebración desencadenó una serie de eventos que resultaron en una conducta reprochable por parte del acusado, quien habría aprovechado el estado de vulnerabilidad de la menor.

Según la sentencia, tras un consumo moderado de alcohol que afectó significativamente a la joven, Steven, al recibir una llamada de un familiar que le instaba a regresar a casa, vió una oportunidad para acercarse a ella, consciente de su estado. No obstante, su segundo amigo, percibiendo la situación y tratando de proteger a la chica, se ofreció a acompañarlos, pero el acusado rechazó rotundamente esta ayuda, iniciándose una discusión que terminó forzando a la joven a ir sola con Steven.

Una vez en la calle, la menor se sintió abrumada y se apoyó en una pared para mantener el equilibrio. En ese momento crítico, Steven se lanzó sobre ella, intentando besarla y metiendo su mano debajo de su falda, a pesar de que la víctima en repetidas ocasiones le expresó que no consentía a sus acciones. Esta resistencia fue ignorada por el acusado, quien continuó con su ataque sexual hasta que la luz de un vehículo los interrumpió, momento en el que se detuvo y regresó a su hogar.

El desenlace de la noche no fue menos angustiante: la chica terminó vomitando en su casa, mientras que, en una segunda llamada, Steven regresó, alegando que había sido echado de su casa por sus padres. En un acto de más agresión, mientras la adolescente aún estaba adormilada en el sofá, él se acercó, comenzó a acariciarla y a besarla, lo que provocó la intervención de su amigo, quien le pidió que se detuviera.

Para arribar a la condena, el tribunal enfatizó la validez de la declaración de la víctima, a pesar de ser la única prueba en este caso. Resaltaron que su relato era creíble y no presentaba señales de incredibilidad, dado que no se observaba móvil alguno que habría llevado a la chavala a inventar acusaciones tan graves. Este testimonio fue corroborado por el amigo de la víctima, que agregó peso a la versión de los hechos en contra de Steven.

Los jueces también subrayaron la falta de pruebas objetivas que sugirieran que el acusado había administrado alguna sustancia para potenciar el efecto del alcohol en la menor. Sin embargo, confirmaron que existía una "sospecha razonable" por parte de los testigos sobre el interés de Steven en que ella consumiera más alcohol, algo que se hizo evidente no solo para el amigo presente, sino también para el propio acusado, quien no pudo ignorar la deteriorada condición de la joven.

Este caso resuena como un llamado de atención sobre la necesidad de seguir luchando por la visibilidad de los derechos de las mujeres y menores en situaciones de abuso. La justicia ha hablado, sentando un precedente claro que muestra que conductas abusivas no serán toleradas y que cada voz cuenta en la lucha contra la violencia de género.