La Policía afirma que el guía turístico sevillano acusado de violación sometía a sus víctimas, descritas como "casi niñas", a la intoxicación alcohólica.
Las imágenes de un turismo despreocupado y alegre se ven empañadas por una sombría realidad en la Audiencia Nacional de Sevilla, donde se ha dado inicio a un juicio que aborda tres presuntos casos de agresión sexual cometidos por un guía turístico sobre estudiantes estadounidenses. Las declaraciones de los agentes de la Policía Nacional que investigaron estas denuncias revelan cómo el acusado, Manuel Gerardo B.V., parecía ganarse la confianza de sus víctimas a través de la oferta constante de alcohol, más allá de lo considerado adecuado.
El juicio se ha desarrollado en un ambiente tenso. Manuel Gerardo B.V., quien dirige la empresa "Discover Excursion", que comparte sede con "Voodoo Travel", ha pedido esperar hasta el final de la sesión para dar su testimonio, una solicitud que el tribunal ha concedido. Este tipo de situaciones plantea preguntas urgentes sobre la seguridad y la protección de jóvenes en el extranjero, especialmente al observar cómo se desarrolla la trama de este caso tan delicado.
La Fiscalía ha expuesto los hechos en el inicio del juicio, señalando que uno de los incidentes ocurrió durante un viaje a Marruecos en noviembre de 2013. Según el relato, el acusado se acercó a un grupo de jóvenes que disfrutaban de una cerveza en una terraza del hotel, sugiriendo que pasaran a su habitación para disfrutar de champán, a lo que accedieron sin sospechar el peligro que las acechaba. Una vez en el interior, las jóvenes se sintieron incómodas ante las propuestas del acusado, quien, según se fue relatando, se desnudó mientras la víctima se sentía cada vez más fatigada, hasta caer en un sueño.
Al despertar, la joven se encontró sola en la habitación y descubrió una escena inquietante. Visualizó a sus amigas en la ducha con el acusado en ropa interior. Cuando finalmente pudo acceder al baño, el acusado presuntamente la agredió sexualmente, dejándola con la horrible sensación de haber sido drogada y lastimada. Este relato desgarrador resuena con un eco profundo de injusticias que muchas mujeres aún viven en silencio.
El miedo y la confusión no se detuvieron allí. En 2018, tras compartir su experiencia con otras dos estudiantes en una universidad de Florida, estas relataron vivir situaciones análogas durante un viaje a Portugal con la misma agencia. Ahí radica una profunda conexión entre los casos que encendió la chispa para que una de las víctimas decidiera finalmente presentar denuncia ante el Cónsul General de España en Miami.
El documento judicial detalla que durante ese viaje a Lagos, el acusado presentó una fachada de amabilidad y cercanía, ofreciéndoles boletos para bebidas y convenciendo a las jóvenes para que se unieran a una fiesta en su habitación. Su manipulación se volvió tan insidiosa que, al sugerir un "juego" donde exploraban sus propias experiencias sexuales, la situación pronto comenzó a tornarse amenazadora. Las jóvenes, sintiéndose acorraladas, intentaron resistirse, pero la presión ejercida por el guía facilitaba un clima de intimidación muy difícil de quebrantar.
La jefa de la Unidad de Atención a la Familia y Mujer (UFAM) fue clave en el análisis de estos eventos. En su declaración, subrayó que las denunciantes comparten un perfil común: todas eran jóvenes estudiantes americanas en un país extranjero, a menudo vulnerables y en busca de experiencias. A pesar de ser mayores de edad, el acusado las manipulaba eficazmente, actuando como un protector que, en realidad, oculta intenciones oscuras tras una fachada de confianza y diversión.
Con un control escalofriante sobre sus circunstancias, el guia se aseguraba de mantenerlas siempre con una copa en la mano, provocando que consumieran más alcohol del que deberían. Varias testimonios reflejan que esta dinámica de embriaguez facilitó los episodios de abuso, en los que incluso se sugiere que el acusado pudo haber añadido sustancias en las bebidas. Resulta desolador que estas jóvenes, buscando aventura y conocimiento, se encontraran en el centro de una pesadilla.
La acusación inicial contempla un conjunto de delitos graves, incluyendo agresión sexual, violación y abusos sexuales. El Ministerio Público pide una pena total de nueve años de prisión y una inhabilitación de ocho años como guía turístico. Además, se exige una indemnización que es únicamente una pequeña parte del daño infligido a las víctimas. Sin embargo, la acusación particular que representan las víctimas es aún más severa, buscando 23 años de prisión y montos significativos de compensación económica.
El juicio sigue adelante, revelando las implicaciones más amplias de un sistema donde la desigualdad y el abuso pueden camuflarse tras actividades aparentemente inofensivas. En estos tiempos en que se clama por una mayor protección y respeto hacia la mujer, la sociedad enfrenta el reto de asegurarse de que tales agresiones no queden en el olvido, sino que se transformen en catalizadores de cambio.
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